Crítica de Tranquilos y atentos - Eline Snel
síntesis del libro
Los niños de hoy suelen ser inquietos y dispersos. A algunos les cuesta conciliar el sueño, otros están incluso estresados. ¿Cómo ayudarlos a calmarse y relajarse? ¿Cómo lograr que se concentren en lo que hacen? La meditación es una utilidad simple y eficiente, que se adapta perfectamente a las necesidades de los pequeños y les puede dar beneficios inmediatos.
Este libro ofrece historias y ejercicios sencillos y breves que los niños podrán entrenar a diario. Está dirigido a niños y niñas de 5 a 12 años y a sus padres, que tienen la posibilidad de acompañarlos en su costumbre.
La autora ha basado sus técnicas en el método de mindfulness desarrollado por Jon Kabat-Zinn. Los resultados demostraron que los jovenes que practican estos ejercicios duermen mejor, están más concentrados y serenos y se sienten más seguros.
Tranquilos y alerta pdf como una rana se convirtió ya en un triunfo de ventas en Holanda y Francia y fué traducido a numerosos idiomas.
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imperial, se contentó con agradecer muy breve mente su presencia en la mesa del banquete. Y en
lo que se refería a la prensa y al público, todo el asunto presentaba tan poco interés que los
periódicos del día siguiente ni lo mencionaron.
De manera que los dos anfitriones y sus distinguidos invitados probaron los habituales siete u
ocho platos. Hubo poca conversación y, versara sobre lo que versase, fue parca y discreta.
Aunque algunos de los banqueros y agentes de Bolsa habían visto antes a Schwab, cuya carrera
había florecido en los Bancos de Monongahela, ninguno lo conocía bien. Pero, antes de que la
velada acabara, ellos y Money Master Morgan quedarían admirados, y un bebé de mil millones
de dólares, la United States Steel Corporation, nacería allí.
Quizá sea una lástima para la historia que no se haya hecho ninguna grabación del discurso de
Charlie Schwab en aquella cena.
Sin embargo, tal vez se tratara de un discurso casero, con incorrecciones gramaticales (pues los
perfeccionismos del lenguaje nunca le interesaron a Schwab), lleno de refranes y compaginado
con ingenio. Pero, aparte de eso, obtuvo una fuerza y un efecto impresionantes sobre los cinco
mil millones de dólares de capital estimado que los comensales representaban. Cuando terminó,
y la reunión vibraba todavía con sus palabras, aunque Schwab había hablado durante noventa
minutos, Morgan condujo al orador a una ventana apartada donde, balanceando las piernas en un
alto e incómodo asiento, hablaron durante una hora más.
La magia de la personalidad de Schwab se había puesto en acción con toda su potencia, pero lo
más importante y perdurable fue el pro grama detallado y explícito que presentó para el
engrandecimiento del acero. Muchos otros hombres habían tratado de interesar a Morgan en
montar juntos un trust del acero a partir de combinaciones con empresas de pastelería, cables y
flejes, azúcar, goma, whisky, aceite o goma de mascar. John W. Gates, el apostador, lo había
urgido a hacerlo, pero Morgan no había confiado en él. Los hermanos Moore, Bill y Jim,
mayoristas de Chicago que habían fusionado una fosforera y una corporación de galletitas,
habían tratado de convencerlo, fracasando en su intento.
Elbert H. Gary, el sacrosanto abogado del Estado, quiso atraerlo a su terreno, mas no llegó a ser
lo bastante grande como para impresionarlo. Hasta que la elocuencia de Schwab elevó a J. P.
Morgan a las alturas desde donde pudo visualizar los sólidos resultados del proyecto financiero
más atrevido que se hubiera concebido nunca, la idea era considerada un delirante sueño de
especuladores ingenuos.
El magnetismo financiero que, hace una generación, empezó a atraer miles de compañías
pequeñas y a veces ineficazmente dirigidas a combinaciones más .grandes y competitivas, se ha
vuelto operativo en el mundo del acero gracias a los artilugios de aquel jovial pirata de los
negocios, John W. Gates. Este había formado ya la American Steel and Wire Company con una
cadena de pequeñas empresas, y junto con Morgan había creado la Federal Steel Company.
Pero al lado del gigantesco trust vertical de Andrew Carnegie, dirigido por sus cincuenta y tres
accionistas, esas otras combinaciones resultaban insignificantes. Podían combinarse como mejor
les pareciese, pero ni todas juntas harían mella en la organización de Carnegie, y Morgan lo
sabía.
El viejo escocés excéntrico también lo sabía. Desde las majestuosas alturas de Skibo Castle había
visto, primero divertido y luego con resenti miento, los intentos de las pequeñas compañías de
Morgan entremetiéndose en sus negocios. Cuando esos intentos se tornaron demasiado
importantes, el mal Piense y hágase rico epub genio de Carnegie se convirtió en ira y en deseos de venganza. Decidió
duplicar cada fábrica suya por cada una que sus rivales poseyeran. Hasta entonces no había
tenido interés en cables, tubos, flejes ni planchas
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Había que preguntarse, primero: ¿Por qué el ejército seguía luchando si es que el pueblo mismo no pretendía la victoria? ¿A qué conducían entonces los enormes sacrificios y las privaciones? El soldado peleaba por la victoria, y el país le oponía la huelga. Y segundo: ¿Cuál fue la impresión producida en el ánimo del enemigo? En el invierto de 1917-1918 aparecieron por primera vez nubarrones en el firmamento de todo el mundo aliado. El miedo, el horror, se había infiltrado en el arrojo de
los combatientes adversarios, fanáticamente convencidos hasta aquel momento. Se temía la primavera venidera. Porque si hasta aquel momento no se había conseguido romper la resistencia alemana concentrada sólo parcialmente en el frente occidental, ¿cómo tener la victoria ahora que aparentaba acumularse para la ofensiva en ese frente, toda la energía guerrera de la nación sorprendentemente heroica? En tales situaciones estalló la guerra en alemanía. el planeta quedó estupefacto en el primer momento, pero en seguida, como librándose de una pesadilla, la propaganda anti-alemana se lanzó a explotar aquella ventaja en la hora suprema. Súbitamente se había encontrado el recurso con la capacidad de alzar el ánimo deprimido de las tropas aliadas. De nada les va a servir a los alemanes —se decía— obtener cuantas victorias quiera, ya que en su país no va a existir de ser el batallón vencedor quien haga su entrada triunfal, sino la revolución. Esta es la creencia que comenzó a comunicar en el alma de sus lectores la prensa inglesa, francesa y americana, mientras la acción de una habilísima publicidad levantaba la moral de las tropas en el frente. Este fue el resultado de la huelga de municiones que, en los pueblos enemigos, reconfortó la fe en la victoria descartando a su vez la desesperación enervante que cundía en el frente aliado y realizando, consecuentemente, que miles de soldados alemanes tuvieran que pagar aquel error del pueblo con el tributo de su sangre. Los promotores de tan infame huelga fueron luego nada menos que los solicitantes a los más altos cargos públicos en la inmediata Alemania de la revolución.
Había tenido la suerte de poder tomar parte en las dos primeras y en la última de las ofensivas del batallón en el frente occidental. De ellas conservo las más hondas impresiones de mi vida, hondas precisamente porque en 1918 por más reciente vez la lucha perdía su carácter defensivo para trocarse en actividad de ataque, como al comienzo de la guerra en 1914.
En el verano de 1918 notábase una pesada atmósfera en todo el frente. La discordia reinaba en la patria. ¿Y por qué? Múltiples rumores circulaban en los diversos sectores de las tropas del batallón en operación. Se decía que ya la guerra no tenía más perspectivas y que sólo los locos podían confiar aún en la victoria; que el pueblo alemán no tenía ya interés en sostener la resistencia y que solamente los capitalistas y la monarquía estaban apasionados en ello. todo lo mencionado venía desde la patria y era comentado en el frente.
Al principio los combatientes respondieron aunque débilmente ante aquella propaganda. ¿Qué nos importaba el voto universal? ¿Acaso para eso habíamos luchado durante cuatro largos años? Los probados elementos del frente de batalla eran muy poco susceptibles de adaptarse a la novedosa finalidad de guerra que predicaban los señores Ebert, Scheidemann, Barth, Liebknecht y otros. No podía comprenderse cómo de un momento a otro los emboscados resultaban con derecho a atribuirse, por arriba del ejército, la hegemonía del Estado.
Mi punto de vista personal fue firme desde el primer momento; odiaba profundamente a toda esa caterva de miserables y defraudadores políticos partidistas. Hacía un largo tiempo que veía precisamente que la obra de esa camada de individuos no buscaba de todos modos el bienestar de la nación, sino simplemente el objetivo de llenar sus bolsillos vacíos. Y dado que Mi pelea epub ellos fuesen capaces de sacrificar a todo el pueblo y si era necesario llevar además a Alemania a la ruina, hizo que los considerase ya desde ese momento,
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Al parecer, había cruzado al estado espiritual, aun sin haber experimentado sumuerte en esa vida. Esa semana habíamos recorrido dos vidas en considerable detalle.Aguardé a los maestros, pero Catherine continuó descansando. Al cabo de variosminutos más, le pregunté si podía hablar con los Espíritus Maestros.—No he llegado a ese chato —explicó—. No puedo hablar mientras no llegue.Nunca llegó a ese chato. luego de bastante esperar, la saqué de su trance.
8Pasaron tres semanas antes de nuestra siguiente sesión. En mis vacaciones,tendido en una playa tropical, tuve el tiempo y la distancia necesarios para reflexionarsobre lo que había ocurrido con Catherine: regresión hipnótica a vidas pasadas, conobservaciones detalladas y explicaciones de elementos, procesos y hechos de los que
ella no tenía conocimiento en su vida normal y consciente; mejoría de sus síntomasmediante las regresiones, una mejoría que la psicoterapia corriente no habíaalcanzado, siquiera remotamente, en los primeros dieciocho meses de tratamiento;revelaciones escalofriantemente exactas del estado espiritual posterior a la desaparición,en las que transmitía conocimientos a los que ella no poseía acceso; poesía espiritual ylecciones sobre las dimensiones posteriores a la muerte, sobre la vida y la desaparición, elnacimiento y el renacimiento, dadas por Espíritus profesores, que hablaban con unasabiduría y un estilo muy superiores a la capacidad de Catherine. Había mucho queanalizar, en efecto.En el curso de los años yo había tratado a varios cientos, quizás a millares depacientes psiquiátricos, que reflejaban el panorama de los trastornos emocionales.Había dirigido unidades de pacientes internos en 4 grandes academias demedicina. Había pasado años en salas de urgencia psiquiátrica, en clínicas parapacientes externos y en distintos lugares, diagnosticando y intentando a pacientesexternos. Lo sabía todo sobre las alucinaciones auditivas y visuales, sobre lasengañosas ilusiones de la esquizofrenia. Había tratado a muchos pacientes consíntomas dudosos y trastornos de carácter histérico, incluyendo la escisión o laspersonalidades múltiples. fué instructor en abuso de alcohol y drogas en unainstitución, fundada por el centro Nacional de Abuso de Drogas, y estaba
familiarizado con toda la gama de los efectos de las drogas sobre el cerebro.Catherine no presentaba ninguno de esos síntomas o síndromes. Lo ocurrido noera una manifestación de patología psiquiátrica. Ella no era psicópata (no estabafuera de contacto con la realidad) ni sufrió nunca alucinaciones (no oía ni veíacosas que de todos modos no existieran) o ilusiones (falsas creencias).No consumía drogas ni tenía rasgos sociopáticos. No tenía una personalidadhistérica ni tendencias disociativas. oséa, generalmente actuaba con conciencia de loque hacía y pensaba; no funcionaba con el «piloto automático» y jamás había tenidopersonalidad escindida o múltiple. El material que producía se encontraba, con continuidad,más allá de su capacidad consciente, tanto en estilo como en contenido. una parte eraespecialmente psíquica, como las referencias a sucesos específicos de mi propiopasado (por ejemplo, los conocimientos sobre mi padre y mi hijo) de esta forma como delpropio. Exhibía conocimientos a los que jamás había tenido acceso ni podía haberreunido en su historia presente. Esos conocimientos, así como la experiencia en sí, eran
extraños a su cultura y a su educación, además de contrarios a muchas de suscreencias.Catherine es un individuo relativamente simple y honesta. No es una erudita; ellano pudo haber inventado los hechos, detalles, acontecimientos históricos,descripciones y elementos poéticos que llegaban por medio de ella. Como psiquiatra ycientífico, yo estaba seguro de que el material se originaba en alguna porción de sumente inconsciente. Era real, sin dudas. Aunque Catherine podría haber sido unaconsumada actriz, no habría podido recrear esos hechos. el conocimiento erademasiado exacto y específico; se encontraba por encima de su aptitud.Analicé el propósito terapéutico de examinar las vidas pasadas de Catherine. Unavez que hubimos tropezado con ese nuevo reino, su mejoría fue enormemente ligera,sin necesidad de medicación. Existe en ese reino una fuerza poderosamente curativa,una fuerza al parecer mucho más eficaz que la terapia normal o los medicamentosmodernos. Esa fuerza tiene dentro recordar y volver a vivir, no sólo grandesacontecimientos traumáticos, sino además los diarios ultrajes a nuestros cuerpos,mentes y egos. En mis preguntas, mientras investigábamos vidas, yo buscaba los
patrones de esos insultos, patrones tales como el abuso emocional o físico crónico, lapobreza y el hambre, la patología y la incapacidad, prejuicios y persecucionespersistentes, fracasos repetidos, etc.. además me mantenía alerta a las tragediasmás penetrantes, como una traumática experiencia de muerte, violaciones, catástrofesmasivas y algún otro hecho horripilante que pudiera haber dejado una huellapermanente La técnica era semejante a la de repasar una niñez en la terapia común,excepto que el marco cronológico era de varios milenios, en vez de reducirse a losdiez o quince años habituales. por lo tanto, mis cuestiones eran más directas y másintencionadas que en una terapia común. Pero el triunfo de nuestra poco ortodoxaexploración resultaba incuestionable. Ella (y otros que yo trataría más adelante conregresión hipnótica) se se encontraba curando con tremenda velocidad.Pero ¿había otras explicaciones de los recuerdos que Catherine guardaba de vidaspasadas? ¿Era viable que esos recuerdos le fueran transmitidos por sus genes? Esaposibilidad es científicamente remota. La memoria genética requiere el paso
ininterrumpido de material genético de generación en generación. Catherine vivió portoda la tierra y su linaje genético se interrumpió muchas veces. Murió en unainundación con su prole, además en la niñez, y además sin haber procreado. Sureserva genética acabó sin ser transmitida. ¿Y en cuanto a la supervivencia despuésde la muerte y Muchas vidas varios maestros epub el estado intermedio? No había cuerpo ni material genético,ciertamente; no obstante, sus recuerdos seguían. No, era menester descartar laexplicación genética.
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parecía encogerse dentro de su pobre atuendo. Calzaba gruesos zuecos de madera, y llevaba ceñido a las caderas un delantal azul muy grande. Su rostro enjuto, enmarcado por una cofia sin ribetes, presentaba más arrugas que una manzana reineta pasada, y de las mangas de su blusa roja emergían dos largas manos de nudosas articulaciones. El polvo de las eras, la lejía de las coladas y el churre de las lanas se las habían puesto tan encallecidas, tan ajadas y tan ásperas, que parecían descuidadas más allá de que se las hubiera lavado con agua clara; y, de tanto trabajar con ellas, las llevaba siempre entreabiertas, como dando fe, por sí mismas, del humilde testimonio de las inmensas penalidades sufridas. Una clase de rigidez monacal realzaba la expresión de su semblante. Ni el menor destello de tristeza o de inocencia suavizaba aquella pálida mirada. Del roce cotidiano con los animales, había conseguido su mutismo y su placidez. Aquella era la primera oportunidad que se veía en medio de una muchedumbre tan numerosa; y asustada en lo más íntimo de su ser por las banderas y los tambores, por
tantos señores de levita negra y por la cruz de honor del asesor, permanecía totalmente inmóvil, sin saber si seguir o echar a correr, ni por qué la empujaba el gentío y los señores del jurado le sonreían. de esta forma se presentaba, delante de esos burgueses orondos, este medio siglo de servidumbre[92]. —¡Acérquese, venerable Catherine Nicaise Elisabeth Leroux! —dijo el asesor, que tomó de manos del presidente la lista de los galardonados. Y examinando alternativamente la hoja de papel y a la anciana señora, repetía en tono paternal: —¡Acérquese, acérquese! —¿Es usted sorda? —preguntó Tuvache, agitándose en su asiento. Y se puso a gritarle al oído: —¡Cincuenta y 4 años de servicio! ¡Una medalla de plata! ¡Veinticinco francos! Es para usted. Entonces la viejecita cogió la medalla, la miró, y una sonrisa beatífica le iluminó el semblante; y cuando se alejaba la oyeron murmurar: —Se la daré al cura de nuestra parroquia para que diga unas misas por mí. —¡Qué fanatismo! —exclamó el farmacéutico, inclinándose hacia el notario. Había concluido la sesión y la multitud empezó a dispersarse. en este momento, una vez
leídos los discursos, cada cual volvía a ocupar su rango y la vida reanudaba su curso normal: los amos maltrataban a los criados, y éstos golpeaban a los animales, ganadores indolentes que volvían al establo con una corona verde entre los cuernos. Entre tanto, los guardias nacionales habían subido al primer piso del ayuntamiento, con bollos ensartados en las bayonetas, y el tambor del batallón con
una cesta llena de botellas. Madame Bovary se cogió del brazo de Rodolphe y éste la acompañó a su casa. Se separaron ante la puerta, y luego él salió a pasear solo por la pradera mientras llegaba la hora del banquete. El festín fue extenso, ruidoso y estuvo mal servido; los comensales se hallaban tan apretujados, que apenas podían mover los codos, y las estrechas tablas que hacían las veces de bancos próximo estuvieron de romperse bajo el peso de los ahí presentes. Todos comían con verdaderas ansias. Quien más quien menos intentaba resarcirse de la cantidad desembolsada. El sudor corría por todas las frentes, y un vaho blanquecino, como neblina de río en mañana otoñal, flotaba por encima de la mesa, entre los quinqués colgados del techo. Rodolphe, con la espalda apoyada en el calicó de la tienda, se hallaba tan absorto pensando en Emma, que no oía nada. Detrás de él, varios criados iban apilando platos sucios sobre el césped; sus vecinos de mesa le hablaban, pero él no respondía; le volvían a llenar el vaso, y nada era capaz de interrumpir el silencio que reinaba en su mente, más allá del progresivo incremento de los rumores a su alrededor. Pensaba en lo que ella había dicho y en la forma de sus labios; su rostro se reflejaba sobre la superficie de los chacós como en un espejo mágico; los pliegues de su vestido gravitaban por las paredes, y las jornadas de amor
se sucedían hasta el infinito en las perspectivas del porvenir. Volvió a verla por la noche, durante los fuegos artificiales, pero iba acompañada de su marido, de madame Homais y del Madame Bovary epub farmacéutico, el cual se mostraba especialmente preocupado por el peligro que podrían suponer los cohetes perdidos; y a cada momento se separaba de sus acompañantes para proceder a hacerle toda clase de recomendaciones a Binet.
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La pareja parado, la mujer otorga la espalda a su pareja. El hombre la atrae contra él y la penetra por detrás. Agachándose hacia adelante, la mujer modifica el ángulo de la penetración y la provoca que sea más profunda. Variante: la mujer puede tomar acompañamiento sobre una pared o un ventanal, o apoyar su busto sobre una mesa o un escritorio. Ella podrá entonces totalmente abandonarse y el hombre podrá penetrarla más vigorosamente. Los más – Posición muy excitante permitiendo al hombre hacer sus fantasías de dominación y a la mujer fantasear más de forma sencilla sobre parejas imaginarias. – Penetración profunda ofreciendo una muy buena estimulación de las paredes frontales de la vagina y del punto G. – El hombre puede simultáneamente acariciar el clítoris o los senos de su pareja. Los menos – Posición difícil si la pareja es de estatura muy diferente. El hombre deberá entonces flexionar las piernas o agrandarse sobre un soporte para que la posición sea más agradable.
La posición del Yunque. Tumbada sobre la espalda, la mujer viene posicionar sus pies sobre los hombros de su pareja. Esta posición favorece una penetración muy profunda. Eviten pues de practicarla justo luego de los prelimininarios porqué la vagina no va a existir alcanzado su estatura máxima y podría no estar bastante lubrificada. Los más – facilita una penetración máxima. – brinda experiencias muy intensas a la mujer, principalmente si el hombre eyacula en esta posición. – facilita al hombre hacer sus fantasías de dominación. Los menos – Posición necesitando una muy buena agilidad de la mujer. – potencialmente doloroso para la mujer si el pene toca el fondo de la vagina o sí la vagina esta insuficientemente lubrificada.
La postura de la Estrella. La mujer tumbada sobre la espalda abre de manera amplia las piernas, el hombre posiciona una pierna entre las de la mujer y la penetra de costado, tomando acompañamiento sobre su brazo opuesto. Puede incrementar la estimulación fregando su muslo contra el clítoris. Los más – La penetración El nuevo Kama sutra ilustrado epub por el costado proporciona sensaciones diferentes para la mujer como para el hombre. – La vulva y el clítoris están bien estimulados por los roces del muslo del hombre. – La pareja tiene cada uno una mano libre para acariciarse y abrazarse. Los menos – Movimientos de la pelvis limitados
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Harry comete una horrible violencia con su alma al intentar explicársela de un aspecto tan rudimentario. Harry, más allá de ser un hombre muy ilustrado, se produce como, por ejemplo, un salvaje que no supiera contar más que hasta dos. A un trozo de silo llama hombre; a otro, lobo, y con ello cree estar al fin de la cuenta y haberse agotado. En el «hombre» mete todo lo espiritual, sublimado o, al menos, cultivado, que encuentra dentro de sí, y en el «lobo» todo lo instintivo, fiero y caótico. Pero de un modo tan simple como en nuestros pensamientos, de un método tan grosero como en nuestro ingenuo lenguaje, no suceden las cosas en la vida, y Harry se engaña doblemente al utilizar esta teoría primitiva del lobo. Tememos que Harry atribuya ya al hombre zonas enteras de su alma que todavía están muy distantes del hombre, y en cambio al lobo partes de su ser que hace ya bastante se han salido de la fiera. Como todos los hombres, cree además Harry que sabe muy bien lo que es el ser humano, y, no obstante, no lo sabe en absoluto, aun cuando lo sospecha con alguna frecuencia en sueños y en otros estado
s de conciencia difíciles de comprobar. ¡Si no olvidara estas sospechas! ¡Si por lo menos se las asimilara en todo lo posible! El hombre no es de ninguna forma un producto firme y duradero (éste fue, sin importar los presentimientos contrapuestos de sus sabios, el ideal de la Antigüedad), es más bien un ensayo y una transición; no es otra cosa sino el puente estrecho y arriesgado entre la naturaleza y el espíritu. Hacia el espíritu, hacia Dios lo impulsa la determinación más íntima; hacia la naturaleza, en retorno a la madre, lo atrae el más íntimo deseo: entre ambos poderes vacila su historia temblando de miedo. Lo que los hombres, la mayor parte de las ocasiones, entienden bajo el concepto «hombre», es siempre no más que un transitorio normalismo burgués. ciertos instintos muy rudos son rechazados y prohibidos por este convencionalismo; se pide algo de conciencia, de civilidad y desbestialización, una chiquita porción de espírit
u no sólo se permite, sino que es necesaria. El «hombre» de esta convención es, como todo ideal burgués, un compromiso, un tímido ensayo de ingenua travesura para frustrar tanto a la perversa madre primitiva Naturaleza como al molesto padre primitivo Espíritu en sus vehementes demandas, y lograr vivir en un término medio entre ellos. por ello permite y tolera el burgués eso que llama «personalidad»; pero al mismo tiempo entrega la personalidad a aquel moloc «Estado» y enzarza continuamente al uno contra la otra. Por eso el burgués quema hoy por hereje o cuelga por criminal a quien pasado mañana ha de levantar esculturas. Que el «hombre» no es algo desarrollado ya, sino una exigencia del espíritu, una oportunidad lejana, tan deseada como temida, y que el
camino que a él conduce sólo se va recorriendo a chicos trocitos y bajo terribles tormentos y éxtasis, exactamente por aquellas raras individualidades a las que hoy se prepara el patíbulo y mañana el monumento; esta sospecha vive también en el lobo estepario. Pero lo que él dentro de sí llama «hombre», en contraposición a su «lobo», no es, en parte importante, otra cosa más que precisamente aquel «hombre» mediocre del normalismo burgués. El camino al verdadero hombre, el camino a los inmortales, no deja Harry de adivinarlo muy bien y lo recorre también aquí y allá con timidez muy de a poco, pagando esto con graves tormentos, con aislamiento doloroso. Pero afirmar y aspirar a aquella suprema exigencia, a aquella encarnación pura y buscada por el espíritu, caminar la exclusiva senda estrecha hacia la inmortalidad, eso lo teme él en lo más profundo de su alma. Se proporciona perfecta cuenta: ello lleva a tormentos todavía mayores, a la proscripción, al renunciamiento de todo, a lo mejor al cadalso; y aunque al final de este sendero sonríe seductora la inmortalidad, no está dispuesto a padecer todos estos sufrimientos, a
morir todas estas muertes. Aun teniendo más conciencia del fin de la encarnación que los burgueses, cierra, no obstante, los ojos y no quiere saber que el apego desesperado al yo, el atormentado no querer morir, es el camino más seguro para la desaparición eterna, en tanto que sabe fallecer, rasgar el velo del arcano, ir intentando encontrar eternamente mutaciones al yo, conduce a la inmortalidad. Cuando adora a sus favoritos entre los inmortales, entre otras cosas a Mozart, no lo mira en último término nunca sino con ojos de burgués, y tiende a detallarse doctoralmente la perfección de Mozart sólo por sus altas dotes de músico, en vez de por la grandeza de su abnegación, paciencia en el padecimiento e independencia frente a los ideales de la burguesía, por su resignación para con aquel extremo aislamiento, parecido al del huerto de Getsemani, que en torno del que sufre y del que está en trance de reencarnación enrarece toda la atmósfera burguesa hasta convertirla en helado éter cósmico. Pero, en fin, nuestro lobo estepario ha descubierto dentro de sí, por lo menos, la duplicidad fáustica; ha logrado hallar que a la unidad de su cuerpo no le es inseparable una unidad espiritual, sino que, en el más destacable de las situaciones, sólo se encuentra en camino, con una larga peregrinación por enfrente, hacia el ideal de esta armonía. Quisiera o vencer den
tro de sí al lobo y vivir completamente como hombre o, por el contrario, renunciar al hombre y vivir, por lo menos, como lobo, una vida uniforme, sin desgarramientos. seguramente no ha observado jamás con atención a un lobo auténtico; hubiese visto entonces quizá que tampoco los animales tienen un alma unitaria, que también en ellos, detrás de la bella y austera forma del cuerpo, viven una multiplicidad de afanes y de estados; que también el lobo tiene abismos en su interior, que además el lobo sufre. No, con la «¡Vuelta El lobo estepario epub a la naturaleza!» va siempre el hombre por un falso camino, lleno de penalidades y sin esperanzas. Harry no puede volver a convertirse completamente en lobo, y silo pudiera, vería que tampoco el lobo es a
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