Leer Gratis El lobo estepario - Hermann Hesse
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Harry comete una horrible violencia con su alma al intentar explicársela de un aspecto tan rudimentario. Harry, más allá de ser un hombre muy ilustrado, se produce como, por ejemplo, un salvaje que no supiera contar más que hasta dos. A un trozo de silo llama hombre; a otro, lobo, y con ello cree estar al fin de la cuenta y haberse agotado. En el «hombre» mete todo lo espiritual, sublimado o, al menos, cultivado, que encuentra dentro de sí, y en el «lobo» todo lo instintivo, fiero y caótico. Pero de un modo tan simple como en nuestros pensamientos, de un método tan grosero como en nuestro ingenuo lenguaje, no suceden las cosas en la vida, y Harry se engaña doblemente al utilizar esta teoría primitiva del lobo. Tememos que Harry atribuya ya al hombre zonas enteras de su alma que todavía están muy distantes del hombre, y en cambio al lobo partes de su ser que hace ya bastante se han salido de la fiera. Como todos los hombres, cree además Harry que sabe muy bien lo que es el ser humano, y, no obstante, no lo sabe en absoluto, aun cuando lo sospecha con alguna frecuencia en sueños y en otros estado
s de conciencia difíciles de comprobar. ¡Si no olvidara estas sospechas! ¡Si por lo menos se las asimilara en todo lo posible! El hombre no es de ninguna forma un producto firme y duradero (éste fue, sin importar los presentimientos contrapuestos de sus sabios, el ideal de la Antigüedad), es más bien un ensayo y una transición; no es otra cosa sino el puente estrecho y arriesgado entre la naturaleza y el espíritu. Hacia el espíritu, hacia Dios lo impulsa la determinación más íntima; hacia la naturaleza, en retorno a la madre, lo atrae el más íntimo deseo: entre ambos poderes vacila su historia temblando de miedo. Lo que los hombres, la mayor parte de las ocasiones, entienden bajo el concepto «hombre», es siempre no más que un transitorio normalismo burgués. ciertos instintos muy rudos son rechazados y prohibidos por este convencionalismo; se pide algo de conciencia, de civilidad y desbestialización, una chiquita porción de espírit
u no sólo se permite, sino que es necesaria. El «hombre» de esta convención es, como todo ideal burgués, un compromiso, un tímido ensayo de ingenua travesura para frustrar tanto a la perversa madre primitiva Naturaleza como al molesto padre primitivo Espíritu en sus vehementes demandas, y lograr vivir en un término medio entre ellos. por ello permite y tolera el burgués eso que llama «personalidad»; pero al mismo tiempo entrega la personalidad a aquel moloc «Estado» y enzarza continuamente al uno contra la otra. Por eso el burgués quema hoy por hereje o cuelga por criminal a quien pasado mañana ha de levantar esculturas. Que el «hombre» no es algo desarrollado ya, sino una exigencia del espíritu, una oportunidad lejana, tan deseada como temida, y que el
camino que a él conduce sólo se va recorriendo a chicos trocitos y bajo terribles tormentos y éxtasis, exactamente por aquellas raras individualidades a las que hoy se prepara el patíbulo y mañana el monumento; esta sospecha vive también en el lobo estepario. Pero lo que él dentro de sí llama «hombre», en contraposición a su «lobo», no es, en parte importante, otra cosa más que precisamente aquel «hombre» mediocre del normalismo burgués. El camino al verdadero hombre, el camino a los inmortales, no deja Harry de adivinarlo muy bien y lo recorre también aquí y allá con timidez muy de a poco, pagando esto con graves tormentos, con aislamiento doloroso. Pero afirmar y aspirar a aquella suprema exigencia, a aquella encarnación pura y buscada por el espíritu, caminar la exclusiva senda estrecha hacia la inmortalidad, eso lo teme él en lo más profundo de su alma. Se proporciona perfecta cuenta: ello lleva a tormentos todavía mayores, a la proscripción, al renunciamiento de todo, a lo mejor al cadalso; y aunque al final de este sendero sonríe seductora la inmortalidad, no está dispuesto a padecer todos estos sufrimientos, a
morir todas estas muertes. Aun teniendo más conciencia del fin de la encarnación que los burgueses, cierra, no obstante, los ojos y no quiere saber que el apego desesperado al yo, el atormentado no querer morir, es el camino más seguro para la desaparición eterna, en tanto que sabe fallecer, rasgar el velo del arcano, ir intentando encontrar eternamente mutaciones al yo, conduce a la inmortalidad. Cuando adora a sus favoritos entre los inmortales, entre otras cosas a Mozart, no lo mira en último término nunca sino con ojos de burgués, y tiende a detallarse doctoralmente la perfección de Mozart sólo por sus altas dotes de músico, en vez de por la grandeza de su abnegación, paciencia en el padecimiento e independencia frente a los ideales de la burguesía, por su resignación para con aquel extremo aislamiento, parecido al del huerto de Getsemani, que en torno del que sufre y del que está en trance de reencarnación enrarece toda la atmósfera burguesa hasta convertirla en helado éter cósmico. Pero, en fin, nuestro lobo estepario ha descubierto dentro de sí, por lo menos, la duplicidad fáustica; ha logrado hallar que a la unidad de su cuerpo no le es inseparable una unidad espiritual, sino que, en el más destacable de las situaciones, sólo se encuentra en camino, con una larga peregrinación por enfrente, hacia el ideal de esta armonía. Quisiera o vencer den
tro de sí al lobo y vivir completamente como hombre o, por el contrario, renunciar al hombre y vivir, por lo menos, como lobo, una vida uniforme, sin desgarramientos. seguramente no ha observado jamás con atención a un lobo auténtico; hubiese visto entonces quizá que tampoco los animales tienen un alma unitaria, que también en ellos, detrás de la bella y austera forma del cuerpo, viven una multiplicidad de afanes y de estados; que también el lobo tiene abismos en su interior, que además el lobo sufre. No, con la «¡Vuelta El lobo estepario epub a la naturaleza!» va siempre el hombre por un falso camino, lleno de penalidades y sin esperanzas. Harry no puede volver a convertirse completamente en lobo, y silo pudiera, vería que tampoco el lobo es a
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